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Hace unas semanas hice mención a una serie de experimentos de laboratorio con monjes budistas, dirigidos por Richard Davidson, para estudiar los efectos de la meditación. He aquí un extracto de la entrevista que concedió a Carlos Fresnada para el periódico El Mundo (créditos al final del artículo).

¿Qué podemos sacar en claro los profanos de sus experimentos con los monjes?

La meditación tiene dos efectos comprobados: mejora la atención y ayuda a regular las emociones. Y esto es algo que hemos demostrado también en otros experimentos. Hemos comprobado cómo las personas que meditan son capaces de producir hasta el 50% más de anticuerpos tras recibir una vacuna contra la gripe. En definitiva, que los cambios que la meditación produce en el cerebro pueden traducirse en cambios en el cuerpo beneficiosos para la salud… Pero hay otra conclusión si acaso más importante: que las emociones positivas como la felicidad, la compasión o el altruismo se pueden cultivar. ¿Cómo? Ejercitando el cerebro. Si uno quiere ser genuinamente feliz, si uno quiere expresar su amor y su compasión, hay que usar mejor nuestra herramienta más preciada.

¿Puede explicarnos en qué consiste la «neurociencia afectiva»?

Estudiamos el funcionamiento del cerebro y el papel de las emociones. Es un término relativamente nuevo y emparentado con el de inteligencia emocional… En la base de muchas enfermedades mentales están las emociones y aquí investigamos en las raíces de problemas tan distintos como la depresión, la ansiedad o el autismo. Uno de los hallazgos más recientes tiene que ver precisamente con el autismo: hemos descubierto que muchos niños con autismo nacen con una amígdala hiperactiva. Esa pequeña estructura, que es como una almendra y que está localizada en la parte trasera de nuestro cerebro, parece que tiene una clara conexión con las emociones negativas. Pues bien, los autistas podrían estar protegiéndose para mitigar la actividad de la amígdala.

Usted sostiene que la felicidad no es lujo, sino una necesidad. ¿Ha encontrado la receta infalible?

Bien, hay dos cosas imprescindibles, si nos atenemos a todos los experimentos que se han hecho hasta ahora sobre la «ciencia de la felicidad»… El primer requisito es tener una interacción social significante con gente con la que te sientes cómodo: un amigo o amiga en quien puedes confiar, un confidente, aunque sólo sea una persona… El segundo ingrediente ha aflorado precisamente en las investigaciones sobre la meditación: bastaría con dedicar unos minutos al día a desarrollar nuestra intención y desear felicidad a los demás y a nosotros mismos, no como una plegaria sino como un ejercicio mental muy explícito. No haría falta dedicarle a esto mucho tiempo, pero cuanto más se haga, más efecto tendrá. La evidencia nos dice que esta práctica activa las regiones del cerebro asociadas a las emociones positivas, como la compasión, el altruismo y la felicidad.

¿La meditación es la panacea?

No, no creo que sea la panacea universal… Conectar con uno mismo durante unos minutos al día puede ser de gran ayuda, puede servir para mejorar la atención, para regular las emociones, para reducir el estrés y hacernos más sensibles y compasivos. Pero no es algo para toda la gente. Hay personas a las que, por su propia constitución mental, les resulta muy difícil sentarse a meditar. Y otras con enfermedades psiquiátricas, como la esquizofrenia, para quienes sería incluso contraproducente… No, no me imagino a todo el mundo meditando de un día para otro. Se extenderá cada vez más, eso sí, pero avanzará con paciencia y con cautela.

¿Encuentra usted tiempo para meditar todos los días?

Sí, lo llevo haciendo a diario desde hace muchos años y noto cómo los efectos se van acumulando… Digamos que la meditación es el ancla en mi vida cotidiana; me ha servido para encontrar un equilibrio. Me hace también más sensible y me posibilita responder mejor a las necesidades de otros. Mi vida es muy ajetreada, y si no fuera por la meditación creo que me volvería loco… A veces me siento como un malabarista, con cantidad de bolas en el aire: la meditación me ayuda a evitar que las bolas caigan al suelo.

Créditos: http://www.elmundo.es/papel/2005/11/26/opinion/1894178_impresora.html

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